El líder
había hablado: “si me pasa algo, voten
por Nicolás”, antes del 10 de enero una renuncia de Chávez, lo cual hubiese
significado una falta absoluta llamaba a elecciones a 30 días, un tiro al piso
para la Revolución, hubieran dejado con la carabina al hombro a la oposición,
imposible que estos ganaran en ese lapso de tiempo con 20 gobernaciones en
contra, la devaluación entonces solo se pospondría 30 días y el Sitme hubiese
aguantado ese mismo lapso de tiempo
mientras el oficialismo ganaba
las elecciones, una vez en el poder, Maduro impondría sus medidas y
comenzaría el “chavismo sin Chávez”, algo que se hubiera repetido en la
historia del país cuando el gobierno del general Eleazar López Contreras se
catalogó como el “gomecismo sin Gómez”, manteniendo las mismas estructuras que
sostenían a esa ideología. Tal vez, ese fue el mensaje directo que hizo dar el
Comandante, y no lo acataron, puesto que después del 10 de enero la cosa cambia por completo.
Si no hay paz
política, no habrá paz económica y por tanto no habrá progreso económico muy a
pesar de lo que diga como lo diga el fraudulento de Merentes con sus cifras
ficticias de la Bodega Central de Venezuela. Luego del 10 de enero el contexto
en cuanto a medidas económicas que hay que tomar es incierto, lleno de
incertidumbre, tenso. El gobierno no devaluará hasta que se aclare el panorama;
ahorita Nicolás no lo va a hacer, sabe que es contraproducente ante una
escenario posible de aspirar a la presidencia, es inflacionario y nada
conveniente, por tanto, optará por auxiliar al Sitme, inyectándole títulos valores en dólares que
están a punto de anunciar, esto lo tiene que hacer rápido, mientras más se
tarden, más se elevará el mercado negro, sobre este último solo diremos que el
tipo de cambio de reservas internacionales con respecto al dinero circulante de
la economía para el pasado 4 de enero fue de 23,84 y en ascenso.
De no hacer
nada esperando que se aclare el panorama político y posponiendo las medidas a
tomar, entraremos en una etapa de inestabilidad económica, escasez de divisas y
productos, inflación, desempleo, hiper mercado negro, dantesco déficit fiscal que hará imposible el pago de sueldos y
salarios de la administración pública, en donde incluso no se descarta un
“default de deuda” por los gigantescos compromisos que tiene el país, más de
US$ 3.000 millones de amortización de capital entre externa e interna sin meter
los intereses para los primeros 6 meses
del año, así que dios no agarre confesados.
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